Tuesday, November 17, 2009

Soy adicto a todo lo que hago



El deseo es inherente al ser humano. Pero cuando este se convierte en una necesidad, los especialistas indican que ya no se trata de un deseo, sino de una dependencia. A largo plazo, esto puede suponer una amenaza para la salud y provocar desagradables síntomas físicos y psicológicos.

Recientemente se ha empezado a aplicar el término dependencia para designar la adicción a determinados comportamientos llevados a cabo en forma excesiva o compulsiva y que el individuo no es capaz de controlar. Esta conducta puede estar relacionada con las compras, los juegos de azar, el trabajo, el ejercicio físico, la comida, la actividad sexual, los videojuegos, las drogas, entre otros.

El hombre de nuestra era consume, luego existe. Todas estas actividades no son esenciales para la subsistencia del ser humano en los planos biológico, social y espiritual, sin embargo, debido a los cambios que ha ido presentando nuestra sociedad, estos se han convertido en imprescindibles para el individuo.

A lo largo de la historia, el hombre ha intentado cambiar su estado mental y físico mediante el uso de sustancias adictivas. Los psicólogos sugieren que este impulso es fruto de un deseo de experiencias excitantes y nuevas. Los jóvenes y aquellas personas autoexigentes, perfeccionistas e impacientes son las más propensas a padecer de comportamientos dependientes.

El apego al placer
Walter Riso, psicólogo y autor del libro “Sabiduría emocional”, indica que el deseo siempre y cuando no se convierta en adicción, es aceptable e imprescindible para cualquier actividad que se quiera emprender. Pero cuando la fuerza motivacional de la apetencia excede los límites de la racionalidad y se transforma en fuerza bruta, estamos en presencia del peor de los enemigos: el apego. Este no es la presencia de deseo, ni la sensibilidad al placer, sino la incapacidad de renuncia a determinada situación. La mente se niega a abandonar la sensación placentera y se empecina en obtenerla una y otra vez, al precio que sea.

Para Riso, el apego opaca la alegría y la desvirtúa. La búsqueda ingenua de la felicidad permanente e inalterable es consecuencia de una necesidad de congelar la alegría en el tiempo y el espacio. Sin embargo, para el experto, no existe el “ser feliz” sino el “estar feliz”. Porque la felicidad no es un estado, sino un proceso. Cuando las personas construyen la falsa ilusión de la alegría externa, automáticamente pierden sensibilidad, porque las expectativas de lo que vendrá los aleja del presente.

¿Por qué surge la dependencia?
Si bien las dependencias se conciben como signos de debilidad mental y de una pésima fuerza de voluntad, el reconocimiento de una base fisiológica de la dependencia viene aumentando progresivamente. Los factores asociados a la personalidad y al entorno pueden también influir en ella, y algunos médicos creen que existe una predisposición genética.

-Factores ambientales: La presión de los amigos, la pobreza, el desempleo, la inestabilidad familiar, la sensación de desamparo y la marginación social. Por ejemplo, aquel individuo que ha sido víctima de un abuso o trauma, sentirá que sus emociones son insoportables y puede recurrir al alcohol o las drogas, para controlar o desaparecer sus sentimientos.

-Factores de personalidad: Aquellas personas que tienen dificultades para controlar sus impulsos y su conducta, están más vulnerables a recurrir a las sustancias o actividades adictivas como estrategia para superar sus problemas.

-Factores genéticos: El riesgo de que una persona desarrolle una dependencia al alcohol es entre cuatro o cinco veces mayor si uno de sus progenitores es alcohólico. Esto no está demostrado si es por una herencia genética o es resultado de una conducta adquirida.

El riesgo de una conducta adictiva
La dependencia está asociada a numerosos riesgos y complicaciones porque puede afectar la salud física y mental. En el caso de las drogas, por ejemplo, el consumo de ellas por vía endovenosa entraña peligros específicos, como el de contraer una infección debido al uso compartido de jeringas no esterilizadas. Este es uno de los factores que han contribuido a la expansión del sida. Algunos adictos pueden experimentar cambios bioquímicos irreversibles en el cerebro como el resultado del consumo habitual de drogas. Los estudios al respecto sugieren que el éxtasis, ingerido regularmente, destruye unas neuronas especializadas en varias funciones básicas como el sueño.

La dependencia también puede tener un efecto negativo en la vida de los adictos, dominándola de tal forma que imposibilite mantener el empleo o las relaciones personales. El grado en que la adicción puede ser nociva varía en función de la conducta de cada ser humano.

4 comments:

Fer said...

El consumismo ha crecido tanto últimamante porque es la base del
sistema económico imperante. Desde 1989, con el término de la Guerra
Fría, el neoliberalismo poco a poco, y con varios matices, fue
apoderándose de la dinámica económica mundial. Esto a su vez trajo consigo varias consecuencias que se insertaron en el núcleo social de cada comunidad modificando, en cierto modo, muchas de sus costumbres
habituales. Sin embargo, el consumismo es tan antiguo como la vida misma. Lo que observamos ahora es una suerte de neoconsumismo desproporcionado que dista mucho de las políticas de
autoabastecimiento con las que gran parte de la humanidad se regía
hasta antes del siglo XVI.
Este afán precipitado de consumir para hacer girar la rueda del
sistema (que a su vez nos estimula a seguir consumiendo)nos invita a
vivir más rápido. Es en este punto que muchas personas recurren a una
serie de recursos para poder mantenerse en este juego. Las adicciones y dependencias tienen muchas explicaciones posibles; sin embargo, todas estas confluyen en el ámbito emocional de cada uno de nosotros. Esa taza de café que tomamos cada mañana para "empezar bien" el día, el cigarillo después de almorzar para que "baje la comida" o vaciar un vaso de ron en la garganta para "tomar fuerza" y conversar con la chica que a uno le gusta. Tres eufemismos para reemplazar acciones cotidianas, más recurrentes de lo que creemos, que alteran (quizá mínimamente, pero lo suficiente como para sentirnos distintos) nuestros sentidos y por consiguiente nuestra percepción de la realidad
para volverla más amigable. Su conveniencia está vinculada con los
beneficios y perjuicios que estas sustancias generan en nosotros.
Conceptos como el de calidad de vida se tornan sensibles en este
escenario, donde somos más competentes a nivel emocional (léase tranquilidad o comodidad), pero siempre pagaremos un precio. Los ceros del cheque dependerán de la naturaleza y periodicidad de consumo de los recursos que utilicemos. Pero siempre será una decisión personal. Finalmente, la dependencia, además de todos los factores externos y genéticos, está estrechamente ligada a la voluntad y esta última a los objetivos que queremos alcanzar. El flagelo de la drogadicción, y sus consecuencias, son un ejemplo claro de esto. Y claro, si lo que queremos es hacerle el habla a una chica que nos gusta, con diez vasos de ron encima difícilmente lo lograremos. En cambio si la voluntad nos permite modular el consumo para conseguir un objetivo particular y vencer alguna tara intrínsecamente personal, posiblemente nos irá bien y continuaremos fortaleciendo nustra salud emocional. ¿Usted qué opina señorita Oyola?

Pame said...

Pues creo que lo menciona tiene mucho sentido. El consumismo se viene incrementando sustancialmente desde que la globalización y la hegemonía por parte de países con más poder económico y político intentan imponer una endoculturación en la sociedad tercer mundista con sus mismas costumbres, pensamientos, hábitos, necesidades, etc. Todo se resume en conflicto de intereses y fuerza de poderes. Lo único que nos queda es que nuestra valiente fuerza de voluntad sea lo suficientemente capaz de elegir su propio destino sin dejarse llevar por lo que dicte la verticalidad. Mucha suerte, Fer.

Anonymous said...

Si hubiera un botón rojo que me brindara sensación de placer pura y de buena calidad, le pondría una piedra arriba y me acostaría a escuchar música. Probablemente hasta morir.
¿Alguien lo haría? Cobarde

Anonymous said...

Perdón, quise decir
"Alguien NO lo haría? Cobarde"

perdón yo, sé que queda mal equivocarme en la línea donde pretendés parecer interesante. No lo hagas de nuevo. Mientras no hacés eso, voy a seguir buscando substitutos para el botón rojo.